Sin duda, la ermita basílica de Santiago de Lókiz, atestiguada desde 1357 y de estilo gótico, es el icono de la sierra que la iza, aunque no siempre fue así. Situada sobre Ganuza, en el borde más oriental de la fronda, fue conocida como ermita de San Cucufat, mártir y santo catalán, hasta que en 1630 cambió su nombre por el actual, en honor al apóstol Santiago. La imagen del destacado patrono, labrada en mármol, se colocó en el retablo neoclásico el 25 de julio de 1946.
Con nave rectangular de cuatro tramos, el templo, de inspiración cisterciense, ha sido durante siglos el lugar donde antiguamente se celebraban las juntas de gobierno. Actualmente, se mantiene aún esta tradición. Dispone, además, de casa para el ermitaño, de un pequeño recinto cubierto, con fogón y bancos, para el buen uso y reposo del cansado visitante. Pertenece, junto con la sierra, a los 25 pueblos faceros de Lokiz.
Repartidas por la facería, se asientan también otras ermitas tales como las de Santa Bárbara, San Cristóbal, Santa Quiteria o San Cosme y San Damián, donde se encuentra la única fuente de toda la sierra. Si transitamos sus caminos, de punta a punta, veremos balsas y pequeños senderos que van uniendo unos pueblos con otros. En el recorrido, divisaremos otras edificaciones, algunas ya derruidas, que sirven o servían, antaño, de resguardo para el ganado que pastaba libremente.
Dice Tomás López Sellés (1906-1976), investigador y etnólogo pamplonés en su "Contribución a un catálogo de ermitas de Navarra" que en la de Santiago de Lokiz tuvieron que refugiarse, durante la guerra de la independencia, un grupo de estelleses que estaban al mando de Andrés Eguaguirre (según explicaba Florencio Idoate en “El pensamiento Navarro” (V.25-1-1953).

“Casa real” y centro de reunión de “Los Dieces”
Antes de convertirse en veinticinco, los representantes que gestionaban el territorio de Lokiz eran solo diez. “Los Dieces” eran junteros que se encargaban, como máximos abanderados, de arreglar las diferencias que surgían entre los vecinos y pueblos del territorio. El día que se reunían y celebraban su asamblea anual era el 29 de septiembre, Día de San Miguel, y según algunos testimonios escritos “siempre acudían con un capellán y una cocinera”.
A partir de 1630 se triplicaron las reuniones. Una de ellas, se empezó a celebrar el 25 de julio, coincidiendo con la festividad de Santiago Apóstol. Parece ser que fue a partir de entonces cuando se produjo el cambio de nombre de la basílica.
La ermita, un emblema en la cumbre
Varios son los caminos que conducen a la ermita de Santiago de Lokiz y muchos los montañeros que al llegar, encienden la chimenea, siempre abierta, de su porche, para protegerse del frío o comer algo caliente y reponer fuerzas.
Aún hoy, en ocasiones, y para conservar la tradición, los actuales junteros celebran sus reuniones anuales entre las paredes del templo, unos sólidos muros que han sido testigos reservados, durante siglos, de resolución de conflictos, pactos de repartición de pastos, presentaciones de cuentas, subastas de fruto de encina o renovación de miembros representantes. Esas y otros tantos órdenes del día, además de rezos, cánticos y plegarias.
Es la basílica de Lokiz, para los vecinos de los pueblos cogozantes, un emblema y un centro de referencia además de un lugar con espectaculares vistas desde la cumbre.

